viernes, 8 de abril de 2016

PANAMA PAPERS



— (...) Hoy día todo ciudadano que se considere a sí mismo decente vive por encima de sus posibilidades, mientras que aquellos que no son tan respetables viven por encima de las posibilidades de los demás. Son solo unos cuantos los que poseen el don de conseguir las dos cosas a la vez.
 —Yo diría que eso, más que un don, es todo un negocio.


(...) "All decent people live beyond their incomes nowadays, and those who aren't respectable live beyond other people's. A few gifted individuals manage to do both."
             "It's hardly so much a gift as an industry."
           El casamentero (The Matchmaker, 1911). Hector Hugh Munro, "Saki" (1870-1916)

jueves, 7 de abril de 2016

UNA NOCHE CON CLAIRE





"EL OCÉANO ÍNDICO y el cielo amarillo sobre el mar, y el barco negro, dividiendo las aguas pausadamente. Estoy en el puente, unos pájaros rosados vuelan sobre la popa, y el aire, ardiente y cálido, resuena suavemente. Navego en mi barco pirata, pero navego solo. ¿Dónde está mi padre? Ahora el barco pasa junto a una orilla boscosa; con el catalejo veo cómo entre las ramas aparece el enorme caballo amblador de mi madre y , detrás de él, con ampulosos movimientos, el corcel negro de mi padre al trote. Izamos las velas y durante mucho rato seguimos el paso de los caballos. De pronto mi padre se da la vuelta y me mira. "Papá, ¿adónde vas?", grito. Y la profunda, lejana voz de mi padre me responde algo incomprensible. "¿Adónde?", insisto. "Capitán -me dice el oficial de derrota-, a esa persona la llevan al cementerio." Y sí, en efecto por el camino amarillo lentamente avanza un coche fúnebre vacío, sin cochero, y el féretro blanco brilla al sol."


Gaito Gazdánov. Una noche con Claire. Ed. Nevsky, 2011
Prólogo de Patricio Pron.
Traducción de María García Barris.

martes, 5 de abril de 2016

HELEN Y LA FÁBRICA DE CHOCOLATE

La británica Helen Sharman entre los dos astronautas rusos. 




Podría ser un maravilloso relato de Roald Dahl, pero ocurrió en la vida real donde casi siempre se escriben historias tan increíbles como ésta: Helen Sharman trabajaba como química en la fábrica de chocolates Mars (Marte, en inglés). Una mañana, de camino al trabajo, escuchó en la radio de su coche un anuncio: “Se busca astronauta. No se requiere experiencia”. Será porque ella entonces trabajaba en una empresa que tenía nombre de planeta, será porque aquella mujer era de esas personas que confían en que cualquier sueño puede cumplirse si uno se lo propone, que Helen contestó al anuncio sin pensárselo dos veces. Al final, resultó la única seleccionada entre los 13.000 británicos que aspiraban viajar como turistas en el viaje espacial organizado por la Rusia de Gorbachov.

Hace 25 años, El 18 de mayo de 1991, una joven de 27 años, se despedía de sus padres y hermanos desde la ventanilla de la nave Soyuz rumbo a la estación Mir. Se iniciaba una aventura que nadie sabía cómo terminaría. Imagino que Sharman arrojó por la borda todas sus dudas cuando la nave traspasó las nubes, al contemplar un espectáculo que pocos humanos han podido disfrutar con sus propios ojos. En su equipaje llevaba una foto de la reina de Inglaterra, (algo que viniendo de un súbdito británico no me sorprende), un mechero que pertenecía a su padre, y quizás alguna barrita de chocolate Mars. Además, los rusos, siempre tan organizados, le entregaron un “pasaporte espacial” por si la nave se veía obligada a aterrizar fuera de territorio ruso. Los astronautas, Anatoli Artsebarski y Serguéi Krikaliov, compartieron con Helen seis días de sus vidas en el espacio. Cuando la nave regresó a Tierra, la primera turista espacial abrió la compuerta de la cápsula, y saliendo al exterior no pudo contener la emoción: “El aire es fresco y el aroma de las flores resulta maravilloso”.

No se entiende el valor de las cosas hasta que uno las pierde del todo. Quizás con aquella hazaña, Helen Sharman se reconciliaba con la vida, sintiéndose contenta de regresar a un planeta tan bello.
En el libro de la humanidad, existen nombres de mujeres que en algún momento dijeron sí. Sí al progreso, sí a que la vida continúe, aunque de una forma más justa y pacífica. Mujeres de todo el mundo escriben todos los días páginas de Historia, y si puede ser, con un trozo de chocolate en la mano, mejor que mejor.